martes, 1 de abril de 2008

ABISMOS

Cuando de pequeño soñaba que caía entre los barrotes de un laberinto multicolor con miedo a romperse el cuerpo al llegar a un suelo que no solía aparecer antes de que su madre encediese la luz y le hiciese caer sobre el colchón sudando, gritando, agarrándose a las sábanas en busca del barrote verde en el que debería haber enganchado su mano para dejar de caer, en esos momentos, no sabía que su vida sería la constante búsqueda del abismo en el que jugar a lanzarse de cabeza mientras una cuerda deshilachada le sujeta los pies.
No puede evitar visitar por las noches, en sus largas caminatas insomnes, el rincón de la plaza del Obradoiro donde un pequeño muro de piedra protege a los indecisos o cobardes de la pedregosa caída al vacío del pavimento mojado.

No espera nada. Sólo le fascina la posibilidad de lanzarse, de mirar como el suelo se aproxima a su cara, de sentir los huesos del cráneo estallar hechos añicos, de ver como sus ojos se cubren con el telón sanguinoliento que ha de poner fin a su función.

Le fascina la posibilidad de no volver.

No hay comentarios: