domingo, 21 de septiembre de 2008

Periodismo

Una imagen puede ser tomada como referente de una intención: el periodismo como arma política, la máquina de escribir como ametralladora con la que volar la cabeza de los lectores y de nuestros enemigos.

La de los lectores debe recibir un disparo literario, informativo, saludable, revitalizante: información. La de nuestros enemigos debe ir cargada de pólvora, no tiene más objetivo que liquidar de la faz de la tierra a aquel con el que no deseamos seguir pisando este planeta, pues es él quien nos impide alcanzar lo deseado.

En la era de lo políticamente correcto, el periodismo se vende de cara al público como un ejercicio de neutralidad: aportar información al lector pero evitar posicionarse ante la realidad. "Es lo correcto" defienden los bobos imberbes recién llegados a la facultad y los incompetentes que les vacían el cerebro en las tediosas clases-misas.

La objetividad es la excusa tras la que se esconde el periodista-funcionario para justificar su indiferencia, su acomodada vida, su cobardía.

El buen periodista es aquel que hace de su trabajo la expresión de su filosofía de vida y de su ideología. El periodista inteligente es el que deja claro sus ideas al lector y las muestra abiertamente; el que analiza la realidad en función de esa ideología y el que usa su trabajo como arma para lograr sus fines (no fines perversos: la fama, acercarse al poder...).

No hablo del actual periodismo de trinchera en el que somos esclavos de los medios que funcionan como escudos protectores de determinados partidos*. Hablo del individuo que antepone sus ideas a la línea editorial del medio, al que con su trabajo fomenta el debate social, la libre opinión. Aquel periodismo de opinión que llevaba al lector a la reflexión y no a la indiferencia.







[*Imagen de Chumy-Chúmez que probablemente tenga la intención de denunciar el periodsimo de trinchera]