
Me apetecía dar una vuelta y salí de casa con la mejor de las sensaciones posibles: la autoestima recuperada, el amor a la humanidad en apogeo y la lucidez a punto de deslumbrarme. Al subir la cuesta, y sin previo aviso, vomité el artilugio sintáctico:
"El caminante, como indivuo libre de las ataduras del estatismo, desenvuelve su energía psicomotriz por el espacio-tiempo como consecuencia inherente a la voluntad de llegar a la nada, es decir, pasear"
Algún que otro viandante me miró con pasmo. Yo, temeroso de que mi ineficaz memoria olvidase tan compleja oración, saqué un trozo de papel que guardaba en el bolsillo y escribí de nuevo lo que había pronunciado:
"El caminante, como individuo libre de las ataduras del estatismo, desenvuelve su energía psicomotriz por el espacio-tiempo como consecuencia inherente a la voluntad de llegar a la nada, es decir, pasear"
La leí, me acordé de Walser y sonreí.
Nunca llegaré a la montaña nevada en la que murió sin hacer ruido, pero que marabilloso sería seguir sus pasos.
Nunca llegaré a la montaña nevada en la que murió sin hacer ruido, pero que marabilloso sería seguir sus pasos.
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