sábado, 19 de enero de 2008

Traición

Sé que no debería hacerlo, sé que no debería poner su foto, sé que estoy atentando contra su inquebrantable voluntad de pasar desapercibido, pero de momento puedo prometer que no hablaré de él.
Intentaré resistir a la tentación de criticar duramente los contenidos melífluos y superficiales de ciertos blogs que hablan de él, intentaré vencer a la tentación de transcrbir en el blog lo que el escribió en pequeños papeles. De momento.

Amenazo con convertirlo en mi fetiche, en un ejemplo a seguir en la vida. Amenazo con obligaros e leerle. De momento amenazo, cuando se me hinche la vena stalinista, ya veremos lo que hago.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hombre, ya es tiempo de que te haya vencido la tentación, eso espero.
¿No fue él acaso un escritor?
¿No se dejó fotografiar?

Ya que no te animas ('de momento'), deja que yo haga fluir aquí, por ejemplo, alguna de sus maravillas, como ésta:
«En verano no escribí nunca un poema. La floración y el resplandor me resultaban demasiado sensuales. En verano me ponía triste. Con el otoño se instalaba una melodía en el mundo. Me enamoraba de la niebla, de la oscuridad, que cada vez comenzaba antes, del frío. La nieve me parecía divina, pero más hermosas y divinas me resultaban las oscuras y cálidas tormentas salvajes de la primavera precoz. Durante el frío invierno, relucían y titilaban los atardeceres fascinantes. Los sonidos me hechizaban, los colores hablaban conmigo. Huelga decir que vivía inmensamente solo. La soledad era la novia a la que yo rendía homenaje, la compañera que prefería, la conversación que amaba, la belleza que disfrutaba, la sociedad en que vivía. Para mí no había nada más natural ni amistoso. Yo era un criado generalmente sin empleo fijo. Era lo que me convenía. ¡Ah, la deliciosa y ensoñadora melancolía, el dulce temor, la hermosa y celestial desgana, la afable tristeza, la encantadora austeridad! Amaba los suburbios con sus aisladas figuras de obreros. Los campos nevados se me dirigían confidencialmente… ¡Me parecía que la luna derramaba lágrimas sobre la nieve fantasmagóricamente blanca: las estrellas! Era magnífico. Yo era tan principescamente pobre y tan majestuosamente libre… En las noches de invierno, de madrugada casi, me ponía en la ventana abierta y dejaba que el rostro y el pecho cubierto apenas con el pijama respiraran su gélido aliento. Y entonces tenía la extraña sensación de que todo ardía a mi alrededor. Habitualmente, en aquella remota habitación en que vivía, me postraba de rodillas y pedía a Dios por un verso bonito. Después salía por la puerta y me perdía en la naturaleza.»
Poética de invierno
ROBERT WALSER
traducción de Carlos Ortega
encontrado en:
http://islakokotero.blogsome.com/category/robert-walser/