lunes, 28 de enero de 2008

Pavese

EL DIOS CABRÍO

El campo es un lugar de verdes misterios para el muchacho que llega en verano.
A la cabra, que muerde
ciertas flores se le hincha el vientre y es preciso que corra.
Cuando el hombre ha gozado con alguna muchacha
-tienen pelo ahí abajo-
el niño le hincha el vientre.
Pastando las cabras se hacen brabatas y burlas,
pero al crepúsculo cada uno comienza a mirar tras de sí.
Los muchachos saben cuando pasó la culebra
por el rastro sinuoso que queda en la tierra.
Pero ninguno sabe si pasa la culebra entre la hierba.
Hay cabras que van a ponerse sobre la culebra, en la hierba, y que gozan haciéndose sorber.
Las muchachas también gozan, dejándose tocar.
Al alzarse la luna, las cabras ya no están quietas,
pero es preciso recogerlas y empujarlas a casa
de otro modo se excita el cabrón. Saltando en el prado
destripa a todas las cabras y desaparece. Muchachas en celo
dentro de los bosques van solas, de noche,
y el cabrón, si gritan tendidas en la hierba, acude a montarlas.
Pero en cuanto despunta la luna, se alza y las destripa.
Y los perros que ladran bajo la luna,
es porque han oído al cabrón que salta
en las cumbres de los cerros, y olfatea el olor a sangre.
Y las bestias se agitan dentro de los corrales.
Solamente los perros más fuertes mordisquean la cuerda
y algunos se liberan y corren a seguir al cabrón,
que los salpica y embriaga con sangre más roja que el fuego,
y después bailan todos de pie y ladran a la luna.

Cuando, de día, el gran perro vuelve pelado y arisco,
los aldeanos, patada en el trasero, le entregan la perra.
Y a la hija, que sale de noche, y a los chicos que vuelven
ya oscuro, perdida una cabra, les dan pescozones.
Preñan mujeres los aldeanos, y estorban sin respeto.
Pasean de día y de noche y no tienen miedo
de cavar hasta bajo la luna o de encender un fuego
de rastrojos en los oscuro. Por eso, la tierra
es tan bella y tan verde y, labrada, presenta el color,
bajo el alba, de rostros quemados. Se va a la vendimia
y se come y se canta; se va a desgranar el maíz
y se baila y se bebe. Se oyen muchachas que ríen,
y alguna recuerda al cabrón. Arriba, en la cima, en los bosques,
entre escarpas rocosas, los aldeanos lo han visto,
buscaba a la cabra y golpeaba con la cabeza en los troncos.
Porque, cuando una bestia no sabe trabajar
y se tiene tan sólo para la remonta, le place destruir.
(1933)

De Lavorare stanca (Trabajar cansa)

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