viernes, 8 de octubre de 2010

La saga/fuga de J.B.




Y así como quien no quiere, se sentó a mi lado y empezó a tararear un estribillo. Luego, cuando intuyó que ya me había acostumbrado a su presencia, y sin presentación alguna, buscó en mi cara y reconoció en ella los rasgos de un ser extraordinario, un tal José Bastida, del que estuvo hablándome durante todo el trayecto, sin desfallecer, con una oratoria clara pero llena de circunloquios perfectamente colocados en las bisectrices del anguloso argumento. Cada pequeña curva del camino ligada a la carretera general por un lazo subterráneo y firme que pedía mayor atención por parte de quien le escuchaba, sumergiéndolo en un espacio-tiempo volátil, desplazando a los personajes por la Historia sin transiciones, pero sin que el escuchante se sintiese perturbado por un brusco cambio de vía: todo lo contrario, como las aguas del Mendo y del Baralla, el relato fluía fresco, turgente y bañado en un mar de lampreas, salvaguardia y custodia del Cuerpo Santo, tenaz guardia pretoriana de Lilaila.

Por la capacidad de desdoblamiento del personaje principal sin que nos perdamos entre sus egos; por la sencillez con la que camina por una estructura argumental extremadamente compleja sin que nos peguemos una hostia; por el dominio con el que dirige los pasos de Cronos permitiéndole interrrelacionar personajes y situaciones sobre las que dibuja múltiples teorías, posibles caminos a recorrer y pasados a escudriñar; por el grado de delirio controlado que reflejan las caracterizaciones de castrofortinos, godos y demás habitantes de la isla aérea de Castroforte; por lo que de crítica ácida pueda tener el opúsculo contra una aristocracia intelectual sustentada en sus vicios putañeros y sus cábalas seminales; por la introducción de elementos históricos muy cercanos en el tiempo en que fue escrito el libro sin caer en la memez del "culpable vs pobre inocente" que chorrean una y otra vez las páginas escritas hoy sobre la Guerra Civil; por lo que de crítica mordaz pueda tener contra una clase eclesial alejada del pueblo, de su naturaleza mitológica y de su realidad humana; por todo ello y una variedad de elementos que prefiero no divulgar por no desterrar de Castroforte do Baralla a futuros peregrinos, declaro, con la honra que supone para mi llevar una ilustre B en uno de mis apellidos, que Gonzalo Torrente Ballester es un pedazo de la tierra más fértil que cubre los pedregales de este país llamado Gallaecia.

Y para reforzar mis palabras, ¿qué mejor que acudir a su primer lector?. El censor dijo de él:


«De todos los disparates que el lector que suscribe ha leído en este mundo, éste es el peor. Totalmente imposible de entender*, la acción pasa en un pueblo imaginario, Castroforte del Baralla, donde hay lampreas, un cuerpo Santo que apareció en el agua, y una serie de locos que dicen muchos disparates. De cuando en cuando, alguna cosa sexual, casi siempre tan disparatada como el resto, y alguna palabrota para seguir la actual corriente literaria.


Este libro no merece ni la denegación ni la aprobación. La denegación no encontraría justificación, y la aprobación sería demasiado honor para tanto cretinismo e insensatez. Se propone se aplique el SILENCIO ADMINISTRATIVO.»
(*No lo comparto, difícil sí, pero no imposible).

Las imágenes que ha dejado en mi cabeza de la lucha entre los estorninos y las lampreas, así como la caracterización de mi preferido, Jacinto Barallobre, apuntan a una próxima relectura.

1 comentario:

Javi Camino dijo...

Al fin renuevas, motherfoca!

No leí nada del hombre éste. Habrá que echarle un ojo algún día.