sábado, 7 de enero de 2012

Driver




Da la impresión de que el guión de "Drive" tiene un único objetivo: convertir los escenarios en el que transcurren los hechos en una pasarela por la que se pasea un único maniquí (fiel reflejo de lo que hoy se entiende por ejemplar masculino de máximo erotismo) que muestra al público cómo se deteriora su cazadora gris. Los planos fijos en la cara de Gosling y su forma de pasearse marcando caderas y mostrando pectorales a través de camisetas de cuello abierto inusuales en un mecánico (nunca he visto a mi padre o a mi hermano ponerse una inmaculada camiseta blanca para luego llenarse de grasa arreglando un coche) recuerdan a la ducha y  los ejercicios gimnásticos de George Clooney en El Americano (The American): un caramelito para l@s que van al cine a excitarse entre la oscuridad con los cuerpos de los habituales protagonista de las únicas páginas que leen, las de las "revistas del corazón". Puede que sea esto lo que explique que antes de que algun@ de est@s macizorr@s aparezca en las pantallas del cine se paseen por programas de televisión en los que la película que se va a estrenar es lo de menos y el retrato milimétrico de sus encantos carnales la principal atracción. Antes de ver Driver aparecieron por Tumblr unas fotitos de Ryan Gosling mostrando sus magníficas dotes como actor: semidesnudo y con el cuerpo cubierto de pegajoso bronceado marcando abdominales. 


La historia de "Drive" podría aportar mucho más si hubiese por parte del director y de los guionistas alguna intención de hacer una buena película y no de contarnos la argumentalmente débil historia de un buen chico que cuando quiere o lo necesita se transforma en un machote que sin despeinar sus rubios cabellos de mozo de buen ver revienta un cráneo a zapatazos: una forma como otra cualquiera de bailar claqué en un ascensor. 


El rubio interpreta la vida de un especialista que se gana la vida entre el taller mecánico, los sets de rodaje en los que protagoniza persecuciones y accidentes automovilísticos y las calles de la ciudad por las que transporta a aquellos que necesitan su virtuosismo al volante para salir indemnes de un robo o cualquier otro delito. Resulta curioso que un tipo que afirma que "no miro lo que haces", es decir, que contrata sus servicios a gente que puede ir por ahí matando en atracos a cualquiera que pase a su lado luego se muestre especialmente sensible con la muerte de un exconvicto que además es el marido de su vecina a la que pretende cortejar y que se lo tome tan a pecho como para buscar algo tan personal como la venganza cuando parece que la vida del marido de su vecinita poco le importa. Más curioso resulta que del personaje no se sepa nada más: conduce, a veces bebe un baso de agua y cuando se le conecta el "Machote mode" taconea sobre cráneos o dispara escopetas. Las dos vertientes del personaje no cuadran, no pegan, porque no hay ningún elemento referencial de un pasado que justificase estos cambios de actitud. 


Todo parece cogido con papel de fumar: la historieta no nos muestra una relación lo suficientemente intensa como para tomarse tan a pecho el asesinato del padre del hijo de la vecina y la relación entre ésta y el "conductor" es entre insulsa y naïf en el peor sentido del término: unos paseítos en coche, un "me paso por el taller donde trabajas a ver si me arreglas el coche -y de paso metemos unas imágenes de Gosling con una camisetita blanca embadurnada de grasa como si pudiese desprender el erotismo de un Marlon Brando- y unos cuantos arrumacos en el ascensor. Vamos, una ñoñería más propia de un adolescente que de un experto en transportar ladrones por una ciudad tomada por la policía. 


Hay inconsistencias que restan credibilidad a los personajes: ¿Cómo puede ser que un  tipo que ofrece sus servicios a un mafioso no se haga con una buena pistola en el país de la Asociación del Rifle cuando sabe que debe huir antes de que le maten? Hasta Walter White, un humilde profesor de química reconvertido en cocinero, sabe que con determinado tipo de gente dedicada a determinado tipo de negocios lo mejor es guardar unas cuantas balas en el tambor. 




Y por si fuese poco, las decisiones que toma el protagonista no siempre parecen lógicas, algo que remarca la falta de elementos que nos ayuden a entender qué le lleva a tomar esas y no otras y si el decantarse por determinadas opciones responde a una experiencia vivida en un pasado que ni se vislumbra en la hora y cuarenta minutos de "Drive". 


Parece que The believer seguirá siendo lo mejor de Gosling por mucho tiempo. 








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