martes, 15 de marzo de 2011

Heterocéntricos hasta la médula, pero progres como ninguno

 Años ha que, sentado en una cafetería (esta frase me suena, la he escrito en otro sitio, en uno de esos cuadernos que compro maquinalmente, desvirgo, y tiro por el pazo que habito,  como si de una muñeca hinchable de un solo uso se tratase, como si al rasgar la primera hoja las demás de evaporasen, pero seguiré con la frase, si Vila-Matas se repite y siguen dándole coba, yo también puedo repetirme, y no necesito que nadie me edite mis textualidades), pues eso, sentado en una cafetería a la espera de que diesen las 16.30 para que se abriese la puerta de la agencia de alquiler -alquiler, realquiler, gestión de comunidades, cuartos, apartamentos, estudios, sótanos, semisótanos, palomares y estercoleros, etc.- a la que arrendé mi ya citado pazo, uno de esos pensamientos contundentes que me acuden con cierta presteza a la cabeza me asaltó con un rigor inquebrantable: "En el mundo sólo hay hombres y mujeres. Qué aburrimiento".

Podría decir, en un fingido tono literario de poeta de periódico que "en ese momento empezó mi fascinación por les (les es el tercero en discordia, ni lOs, ni lAs. No es una tercera vía, ni un homenaje a Les, es simplemente un robo del francés con el que pretendo referirme a lo que no es ni machuno ni hembruno) hermafroditas". Pero mentiría, y en este rasguño se trata de decir la verdad, de abrirle las entrañas a la gente hasta que comprenda que el mundo no es la unión imperfecta entre hombres y mujeres.

Porque de la frasecilla que me escupió el cerebro mientras tomaba tranquilamente un descafeinado se deriva mi vieja diatriba contra el ser humano: dispuesto a reducirlo todo a un contingente comprensible y cerrado de existencias  -el ser humano se divide en hombre y mujer, la pareja está formada por el hombre y la mujer, el perro y la perra, el koala y la koala, el ardillo y la ardilla, etc.- el humanoide medio ha reducido la inmensa pluralidad de personalidades existentes a dos órganos -el pito y la parrusca- a los que ha coronado con una única teoría de la existencia según la cual todo surge de la unión del pito y la parrusca, todo gira alrededor de estos dos elementos y entre ellos existe un amplio campo magnético por el que todo individuo venido al mundo ha de elegir en que "acera" prefiere pasear: en la de los oscilantes pitos, o en la de las introvertidas parruscas.

De ahí que, aunque años hayan pasado desde la explosión de las teorías sexuales que defienden la existencia (y esto a algunos les parecerá una payasada, pero a estas alturas aún hay que defender la existencia) de seres que no se mueven en el campo magnético-gravitatorio descrito arriba, aunque algunos de esos movimientos se hayan hecho con ciertos resquicios de poder logrando introducir en su riguroso sistema jurídico ciertos elementos que denotan la existencia de esos seres y proclaman su derecho a existir, a ser respetados y a tener los mismos derechos que los demás; aunque ello haya sucedido, cada vez que se plantea la cuestión de la "pareja" el debate se crea alrededor de dos trincheras, la de los enhiestos pitos contra la de las succionadoras parruscas. Y quien no se incorpore a alguna de esas dos trincheras no existe: maricón el último.

De este modo, incluso los más progres que utilizaron la conquista de derechos de los marginados del campo gravitatorio para darle un coscorrón a l@s malign@s conservadore/as, católic@s y demás cegat@s, se unen tranquilamente a uno de esos dos ejércitos y se enmierdan (enmerder) gustosamente en la "batalla de los sexos" sea cual sea el prisma -en el fondo siempre el mismo- utilizado para dar comienzo al enfrentamiento.

Y ello constituye un ejemplo vergonzante de la incapacidad del ser humano para aceptar como real lo que sus sentidos le indican que es real y su razón le exhorta a aceptar como real. Y así, a estas alturas de historia del ser humano sobre el depauperado planeta Tierra, uno puede encontrarse una tarde en una cadena pública de un país occidental y liberal-progresista -Catalunya- un debate en el que se plantean cuestiones de pareja, entendida esta en un sentido unívoco: hombre contra mujer. Por ello, a un lado de la mesa los hombres, al otro las mujeres y en medio un calvo. La eterna, insubstancial y poco razonable "batalla de sexos" vuelve una y otra vez y nadie tiene la suficiente lucidez como para acepar que carece de sentido, está desfasado, y lo más importante: igual que no se puede follar siendo cura, no se puede participar en estos debates siendo progre.

Habría que analizar la influencia que en la recomposición de esta "batalla" están teniendo las teorías y actitudes de ciertos grupos feministas según los cuales el mundo se divide en hombres heteros malos por naturaleza que pretenden dominar a las mujeres heteros buenas por naturaleza. Según estas teorías sólo hay una forma de ser hombre -ser machista- y una de ser mujer -comulgar con sus ideas, porque si no lo haces, entonces sacan a relucir su maravilloso invento de los roles, por el que una mujer que no comparte sus ideas no es más que una mujer machunizada que juega un rol masculino-. !Fantástico! Margaret Tatcher no es de mis políticas favoritas, pero pensar que jugó un rol masculino y no que fue una irreductible liberal que defendió con ahínco sus ideas incluso cuando estas iban en contra de los intereses de su partido me parece de una estulticia sublime. Porque, ¿acaso las mujeres no pueden ser liberales, conservadoras, etc., sin dejar de ser mujeres? ¿Acaso toda mujer que plantea o defiende postulados no feministas es una jugadora de "rol masculino"? ¿No les parece absolutamente anticientífico, antihistórico y antisocial plantear la cuestión del "rol masculino" para desacreditar a todas aquellas mujeres que -siendo incluso defensoras de los derechos de la mujer- no consideran que el papel que deban jugar en la sociedad sea el de crear una nación femenina homogénea y estática como contrapunto al exceso de pitos que coronan los centros de poder mundial? Y las partidarias de este discurso, centrado en la teoría de que el machismo es sólo una forma de dominación sobre la mujer, olvidan que entre las víctimas del machismo están todos los hombre que no militan en el ejército de los heterosexuales, perseguidos con igual o mayor saña que las mujeres por el simple hecho de no ser lo qure otros quisieran que fuesen.



Entre los machistas, los progres y las femi-estupidistas, el ser humano no hace más que retroceder con orgullo hacia la caverna. Pero no pasa nada, malo será que Ikea no lance una línea de muebles cavernícolas con los que decorar la morada de la estulticia a gusto del mono consumidor de turno.

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