martes, 22 de marzo de 2011

El demonio bajo la piel, o Casey Affleck en estado de gracia


Hay un momento dado en la elaboración de una tortilla en la que, para que toda ella se haga, es necesario darle la vuelta,. Dado que se trata de un momento de riesgo, puede caerse la parata y el huevo sobre el fogón con el chorrito de aceite que echamos en la sartén para calentar saltar todo por los aires como la casa del protagonista de Fight Club o caerse todo al suelo y tener que limpiarlo -lo que es peor, porque limpiar una masa de huevo y patata cocida del suelo siempre es peor que abrasarse los epitelios-. Por ello, cuando vamos a dar la vuelta a la tortilla bajamos el fuego y nos apartamos de él.

"El demonio bajo la piel" (que no diré en qué país he visto, porque luego me acusarán de cruzar la frontera para ir al cine en otro estado y no meter así mi dinero en nómina de los distribuidores y cineastas made in spain, haciendo así flaco favor a esta Patria Nuestra, desada e deseante, que diría el pelmazo de Juan Ramón) relata el proceso por el cual en el desarrollo vital de un individuo, sin saber muy bien el porqué, se le empieza a dar la vuelta la tortilla y en lugar de poner el fogón al mínimo y apartarse de él se va acercando tanto a él que al final decide consumirse entre las llamas con los protagonistas de su incandescente caída en el infierno.



Un novato policía de un pueblo de carcas debe expulsar, con buenas maneras y excelente educación, a una prostituta de la villa, puesto que el hijo del hombre más rico el pueblo -que se erige en dueño del mismo- se ha encoñado con ella y el bondadoso padre sabe que eso no es bueno y así pretende reconducir la vida afectivo-sexual de su vástago hacia las puritanas formas de roce sexual, es decir, la pareja estable y el matrimonio con las mozas más mongeriles de la comunidad.

Y el buen policía llama al timbre, le pide que se vaya, recibe los insultos de la joven y aniñada (tiene cara de cría de 14 años, no me lo pueden negar) prostituta, hasta que se cansa, la derriba, le baja los pantalones y la azota salvajemente. Y con los azotes empieza el pecado. Porque esta aniñada putita será sólo una parte del complejo plan que el novato policía tiene pensado llevar a cabo para vengarse del rico del pueblo, quien, como juez supremo de sus habitantes, hace años contrató al hermano del policía y le provocó la muerte en un extraño accidente con el que arrancó una mala hierba de la comunidad. Porque el hermano del policía no era más que un pederasta que abusaba de chicas jovencitas en el asiento trasero del coche de su padre.

 
Así, de los azotes pasa a una paroxística actividad sexual fingida en lo afectivo pero gozada en lo carnal con la prostituta, lo que supone la puesta en marcha del complejo plan.

Sin inmutarse, sin perder el control, sin dejar de ser consciente de que se lo van a llevar por delante, sin olvidar en ningún momento que los muertos pueden volver de la tumba ("Se acabó. Porque, ¿ya no se le puede hacer más daño a los muertos, verdad?" replica socarrón poco antes de que se queme la tortilla) y sin justificación moral alguna: dos horas en las que observamos con tenacidad, calma (no hay una carrera de golpes de efecto hasta el estallido final como en las malas películas, todo lo contrario, a fuego lento el sofrito se va constituyendo en parte esencial del plato hasta amalgamarse con el mismo y todo ello observando cómo las piezas encajan con suave precisión) y cierta dosis de ironía vemos cómo a un personaje que encarna la maldad por la maldad (nada de moralinas, ningún pasado cruel o humillante -a no ser que se considere humillante que tu madre te deje azotarle el culo para sentir placer, nada tengo en contra-) se le va dando vuelta la tortilla y en lugar de alejarse del fuego se aproxima a él con arrojo.


No había visto nunca al señor Casey Affleck. Su hermano no me chista demasiado -el típico rubio guaperas que hace pelis de típico rubio guaperas- pero Cassey, después de esta película, tiene un lugar en mi corazón: porque, ¿cómo no sentirse atraído por ese muchachote de ojos claros que con suma educación te calienta las nalgas con el cinturón?, ¿cómo no sentirse atraído por ese hombre solitario que sobre su cama se fuma un puro mientras sonríe como un niño que acaba de hacer una trastada, que sabe que los demás saben que ha hecho una trastada, y que con carita de angelito te mira desafiante y te acusa de acusarle sin pruebas?.



Pero hay un fallo en la película: uno de los actores rompe el tono del guión al ser un afamado protagonista de una serie de televisión en la que hace de policía con especiales dotes para la comprensión de los procesos psicológicos ajenos. Lo malo de introducir a actores de series de televisión muy vistas en una película es que inevitablemente el espectador medio bobo como yo identifica al actor con el personaje de la serie, y al verlo en un espacio que no es la serie no deja de preguntarse que coño hace ese personaje en la película. Así que, un consejo para directores: a esta gente no se le puede meter en el guión así como así, mucho menos si como en este caso interpreta el mismo papel -de poli- y viste casi de la misma forma, sin antes desparasitar al actor y al personaje que va a interpretar.

Si quieres meter a un médico cabrón en tu película no pongas al actor de House haciendo lo mismo que hace en House, mete a otro o haz que el actor se des-house-ice, que pierda todo elemento de identificación con el personaje de la serie. Si no es así, un elemento extraño se introduce en la historia, y aunque una pequeña arena en el zapato no te va a causar una hemorragia, sí te causará una molestia, y molestar a los espectadores -molestarlos con este tipo de errores, otra cosa es molestarlos como lo hace Haneke (pegándote una patada en la conciencia) o como Pasolini (mostrándote que en el fondo eres un cerdo al que le pone cachondo ver a jovencitos desnudos arrastrándose por el suelo y comiendo mierda)- no es de buena educación.


Esto no es todo, el entramado de personajes y acciones es mucho mayor de lo que yo he contado, pero ¿para qué molestarme en relataroslo cuando podréis verlo en el cine dentro de poco? Eso sí, quédense con esta cara, seguro que veremos algo mucho mejor en otra ocasión.

Con todo ello quiero decir que pasé un buen rato y, en los tiempos que corren, es una de las cosas más extrañas que te pueden suceder en un cine. Claro que en los cines del otro lado de la frontera  no hay como aquí gente gilipollas que no deja de hacer ruído con las jodidas palomitas o soltar al aire estúpidos comentarios desprovistos de la más substancial inteligencia. Claro que para ello tienes que hacerte con un billete de avión y aterrizar en París después de haber conseguido el pertinente permiso para acudir a la premiere. Pero es lo bueno de ser rico y tener contactos, que puedes irte a ver una peli al culo del mundo sólo por alejarte del mundanal ruído galaico.

(P.D.: Para mi amigo, ya que tanto le van las tetas con las que juzga lo bueno y lo malo en algunas profesionales: aquí podrás disfrutar de la señora Jessica Alba. No salpique a los de delante cuando eyacule, pero disfrute)

martes, 15 de marzo de 2011

Heterocéntricos hasta la médula, pero progres como ninguno

 Años ha que, sentado en una cafetería (esta frase me suena, la he escrito en otro sitio, en uno de esos cuadernos que compro maquinalmente, desvirgo, y tiro por el pazo que habito,  como si de una muñeca hinchable de un solo uso se tratase, como si al rasgar la primera hoja las demás de evaporasen, pero seguiré con la frase, si Vila-Matas se repite y siguen dándole coba, yo también puedo repetirme, y no necesito que nadie me edite mis textualidades), pues eso, sentado en una cafetería a la espera de que diesen las 16.30 para que se abriese la puerta de la agencia de alquiler -alquiler, realquiler, gestión de comunidades, cuartos, apartamentos, estudios, sótanos, semisótanos, palomares y estercoleros, etc.- a la que arrendé mi ya citado pazo, uno de esos pensamientos contundentes que me acuden con cierta presteza a la cabeza me asaltó con un rigor inquebrantable: "En el mundo sólo hay hombres y mujeres. Qué aburrimiento".

Podría decir, en un fingido tono literario de poeta de periódico que "en ese momento empezó mi fascinación por les (les es el tercero en discordia, ni lOs, ni lAs. No es una tercera vía, ni un homenaje a Les, es simplemente un robo del francés con el que pretendo referirme a lo que no es ni machuno ni hembruno) hermafroditas". Pero mentiría, y en este rasguño se trata de decir la verdad, de abrirle las entrañas a la gente hasta que comprenda que el mundo no es la unión imperfecta entre hombres y mujeres.

Porque de la frasecilla que me escupió el cerebro mientras tomaba tranquilamente un descafeinado se deriva mi vieja diatriba contra el ser humano: dispuesto a reducirlo todo a un contingente comprensible y cerrado de existencias  -el ser humano se divide en hombre y mujer, la pareja está formada por el hombre y la mujer, el perro y la perra, el koala y la koala, el ardillo y la ardilla, etc.- el humanoide medio ha reducido la inmensa pluralidad de personalidades existentes a dos órganos -el pito y la parrusca- a los que ha coronado con una única teoría de la existencia según la cual todo surge de la unión del pito y la parrusca, todo gira alrededor de estos dos elementos y entre ellos existe un amplio campo magnético por el que todo individuo venido al mundo ha de elegir en que "acera" prefiere pasear: en la de los oscilantes pitos, o en la de las introvertidas parruscas.

De ahí que, aunque años hayan pasado desde la explosión de las teorías sexuales que defienden la existencia (y esto a algunos les parecerá una payasada, pero a estas alturas aún hay que defender la existencia) de seres que no se mueven en el campo magnético-gravitatorio descrito arriba, aunque algunos de esos movimientos se hayan hecho con ciertos resquicios de poder logrando introducir en su riguroso sistema jurídico ciertos elementos que denotan la existencia de esos seres y proclaman su derecho a existir, a ser respetados y a tener los mismos derechos que los demás; aunque ello haya sucedido, cada vez que se plantea la cuestión de la "pareja" el debate se crea alrededor de dos trincheras, la de los enhiestos pitos contra la de las succionadoras parruscas. Y quien no se incorpore a alguna de esas dos trincheras no existe: maricón el último.

De este modo, incluso los más progres que utilizaron la conquista de derechos de los marginados del campo gravitatorio para darle un coscorrón a l@s malign@s conservadore/as, católic@s y demás cegat@s, se unen tranquilamente a uno de esos dos ejércitos y se enmierdan (enmerder) gustosamente en la "batalla de los sexos" sea cual sea el prisma -en el fondo siempre el mismo- utilizado para dar comienzo al enfrentamiento.

Y ello constituye un ejemplo vergonzante de la incapacidad del ser humano para aceptar como real lo que sus sentidos le indican que es real y su razón le exhorta a aceptar como real. Y así, a estas alturas de historia del ser humano sobre el depauperado planeta Tierra, uno puede encontrarse una tarde en una cadena pública de un país occidental y liberal-progresista -Catalunya- un debate en el que se plantean cuestiones de pareja, entendida esta en un sentido unívoco: hombre contra mujer. Por ello, a un lado de la mesa los hombres, al otro las mujeres y en medio un calvo. La eterna, insubstancial y poco razonable "batalla de sexos" vuelve una y otra vez y nadie tiene la suficiente lucidez como para acepar que carece de sentido, está desfasado, y lo más importante: igual que no se puede follar siendo cura, no se puede participar en estos debates siendo progre.

Habría que analizar la influencia que en la recomposición de esta "batalla" están teniendo las teorías y actitudes de ciertos grupos feministas según los cuales el mundo se divide en hombres heteros malos por naturaleza que pretenden dominar a las mujeres heteros buenas por naturaleza. Según estas teorías sólo hay una forma de ser hombre -ser machista- y una de ser mujer -comulgar con sus ideas, porque si no lo haces, entonces sacan a relucir su maravilloso invento de los roles, por el que una mujer que no comparte sus ideas no es más que una mujer machunizada que juega un rol masculino-. !Fantástico! Margaret Tatcher no es de mis políticas favoritas, pero pensar que jugó un rol masculino y no que fue una irreductible liberal que defendió con ahínco sus ideas incluso cuando estas iban en contra de los intereses de su partido me parece de una estulticia sublime. Porque, ¿acaso las mujeres no pueden ser liberales, conservadoras, etc., sin dejar de ser mujeres? ¿Acaso toda mujer que plantea o defiende postulados no feministas es una jugadora de "rol masculino"? ¿No les parece absolutamente anticientífico, antihistórico y antisocial plantear la cuestión del "rol masculino" para desacreditar a todas aquellas mujeres que -siendo incluso defensoras de los derechos de la mujer- no consideran que el papel que deban jugar en la sociedad sea el de crear una nación femenina homogénea y estática como contrapunto al exceso de pitos que coronan los centros de poder mundial? Y las partidarias de este discurso, centrado en la teoría de que el machismo es sólo una forma de dominación sobre la mujer, olvidan que entre las víctimas del machismo están todos los hombre que no militan en el ejército de los heterosexuales, perseguidos con igual o mayor saña que las mujeres por el simple hecho de no ser lo qure otros quisieran que fuesen.



Entre los machistas, los progres y las femi-estupidistas, el ser humano no hace más que retroceder con orgullo hacia la caverna. Pero no pasa nada, malo será que Ikea no lance una línea de muebles cavernícolas con los que decorar la morada de la estulticia a gusto del mono consumidor de turno.