miércoles, 9 de febrero de 2011

CGAC

CGAC significa Centro Galego de Arte Contemporáneo (para los españoles de bien: Centro Gallego de Arte Contemporáneo). Pero en realidad, es como el PSOE: las siglas significan Partido Socialista Obrero Español, pero de las cuatro palabras sólo hace honor a dos: Partido _ _ Español. Lo de Socialista y Obrero es algo que, con el tiempo, y después de aquel momentazo Madonna de Felipe González ("O el marxismo o YO"), se ha perdido. Pues bien, en el caso del CGAC sólo respeta de su nombre las dos primeras palabras: Centro Gallego. Y casi, porque siendo un edificio de Álvaro Siza, podemos encuadrarlo, debido a sus características estéticas y a su falta de funcionalidad, en el grupo de las cagarruñas de perro que con el paso del tiempo se vuelven blancas. Lo de "Arte" y "Contemporáneo" es algo que no tiene cabida en dicho edificio/cagarruño.

A estas alturas de siglo hemos pasado del arte vanguardista (y dada) a que cualquier mierda (carente de valor estético, del romanticismo de la elaboración manual del artista o del valor conceptual del objeto) a ver en los museos raros artificios que por el simple hecho de estar expuestos en un museo son arte. Y llegamos a un punto en el que cualquier objeto se convierte en arte por el simple hecho de que unos mongoloides con ínfulas intelectuales construyen alrededor de ese objeto un discurso pseudointelectual en el que inseminan conceptos presentes en la historia del arte (y por lo tanto conocidos por el público) con  nuevos elementos pseudoinnovadores que pretenden hacer creer al público que lo que se le muestra es nuevo. Por mucho que lo hayan intentado, nadie ha superado hasta ahora la radicalidad del arte de vanguardia, intentar a estas alturas superar en radicalidad a esa etapa de la historia del arte presentando cualquier objeto en cualquier situación y agregándole cualquier discurso estético ya deglutido no sólo no tiene sentido, sino que es una falta de respeto al público de tamaño catedralicio.

Pongamos un ejemplo. Uno entra un sábado por la tarde en el CGAC y se encuentra con esto:




Esto es una mesa en la que hay unos cuadernos en los que el público tiene que realizar un ejercicio de escritura automática (¿les sueña lo de la escritura automática?). ¿Dónde está el arte y la contemporaneidad? ¿Donde lo innovador? ¿Donde el nuevo mensaje? Les respondo: NO ESTÁ; NO ESTÁ.

¿Cuál es la intervención de la artista? ¿Situar un par de muebles y unos cuadernos en un espacio museístico? Guau, acojonante, nunca jamás habría pensado que alguien elaborase tan compleja pieza de arte, tan excelente torpedo intelectual. Mis neuronas se agolpan histéricas intentando superar el estupor. He de reconocer que me senté y escribí lo que opinaba de la obra. Dejé constancia de mi indignación por ser yo, el público, el que tuviese que elaborar el contenido de la pieza (la escritura) y no la artista y ocupé la mayor parte de las páginas del pequeño cuaderno con una palabra: farsante.

Pero no piensen que me dedico a convertir en norma una excepción. Hay más ejemplos:






Sí amigos míos! Esto es una fila de tornillos de diversos tamaños sobre un pedazo de madera. No tuve el valor de comprobar si estaban pegados al tablón o se sostenían sobre la base o cabeza. Si lo primero, menuda mierda, si lo segundo, coño, por lo menos algo de arte tiene: hay que tener una pacencia y una voluntad hercúlea para tirarse horas haciendo una línea de tornillos que se pueden caer con un estornudo. Pero sospecho que estaban pegados.

Pero sigamos disfrutando del espectáculo:


Sí, son huevos. En medio de la sala, un plato con un huevo.


Cagarrutas.

Y llegamos al colmo de la desvergüenza:








Si nada de lo que han visto en las fotografías les produce nada, les transmiste  nada, nada significa para ustedes, para nada les sirve: ¿por qué lo consideran arte?