sábado, 28 de agosto de 2010

Les mechantes


Cada día me cuesta más leer un periódico.

Están llenos de seres miserables.

Y no me refiero al dictador de turno o al político corrupto de moda, señalo los nombres que aparecen entre la caja de titulares y el cuerpo de la noticia, así como la del pie de foto.

Puedo imaginar la barbarie que supone tirotear un autobús en el que un individuo mantiene secuestrados a los pasajeros: no necesito una foto a media página con un plano medio del cuerpo del individuo colgando de la ventanilla de la puerta delantera con lo que queda de su cerebro columpiándose a medio metro del suelo: basta con que me digan que lo han matado.

No necesito saber el nombre exacto de la mujer asesinada por su marido, el número de hijos, sus edades, el trabajo de la pareja, el barrio, calle y número de portal+piso+puerta de la "familia". Ninguno de esos datos me ayuda a comprender lo sucedido, y dado que la carnaza que consumo es sólo la de cerdo o ternera (o, al menos eso creo) que compro en la carnicería, nada me atrae del relato detallado y puntillista del método utilizado para matar a la muerta: tanto me dan dos puñaladas que cuatro cuando el número no mitiga las consecuencias.

Soy incapaz de prestar más de cinco segundos de atención a alguno de sus "culturales". Abrir uno y tener que soportar como titular la estúpida y decimonónica frase "Durante años escribí como una mujer" sólo logra llevarme a la angustia: mi mundo perfecto, el literario, acosado por una orda de idiotas, se desvanece a la velocidad en que el último best-seller viaja de la imprenta a la librería/gran almacén/kiosko o establo en el que acaba bajo la implacable luz de unos focos que le señalan como el objeto que el cliente debe desear, mientras la literatura permanece arrinconada en la estantería del fondo, al lado de la puerta de acceso a los retretes.

Con lo bien que estaría reconstruyendo caras y trepanando cerebros, y tuve que ir por el camino de los mechantes.